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23 de julio de 2012

Los Leones de África

Los leones del África es un cuento que he adaptado y he personalizado para trabajar en psicoterapia con un niño que está pasando por un proceso de separación. 

Lejos, muy lejos, en las vastas llanuras de África central, bajo un sol ardiente, allí donde vagan miles y miles de animales salvajes, vivía un majestuoso león. Era fuerte y poderoso, un temible cazador de temperamento independiente. Tan fuerte y tan ágil era que en realidad no temía a nada ni a nadie.

En su juventud tuvo que cuidar de sus hermanos, por eso con los años se había convertido en un animal muy sabio, y tan poderoso y seguro de sí mismo se sentía que un día decidió formar su propia familia. Vivió sólo durante algunos años, velando por el bienestar de sus vecinos y hermanos, hasta que se enamoró de una hermosa y joven leona. Poco después tuvieron un hijo, un pequeño y espléndido cachorro varón. El gran león estaba muy orgulloso de su hijo y le encantaba cuidar y proteger a su familia. Cazaba y traía comida a su hogar mientras la madre leona amamantaba al bebé en su guarida. Eran tiempos muy felices para aquella familia de leones. 

Cuando el joven cachorro se hizo mayor, muchas veces, en las primeras horas del amanecer, antes de que el sol calentara demasiado, la familia de leones salía de cacería. El padre enseñaba a su hijo a cazar pequeñas presas con pericia y paciencia, al tiempo que la madre leona le mostraba lugares donde jugar al escondite y le llevaba hasta charcas para que pudiera bañarse con otros cachorros.

La hermosa leona, en su juventud no tuvo tantas responsabilidades como el gran león, por eso pudo aprovechar y disfrutar más el tiempo libre en su juventud. Ahora era mayor, fuerte y más tranquila que entonces. Le gustaba pasar tiempo en familia. Era amable e inteligente. 

El majestuoso león, cada vez más quería salir de cacería con sus innumerables amigos leones. El gran león y la leona se empezaron a pelear y a reñir, aunque nadie les veía. Los dos leones tenían intereses diferentes y ya no estaban tan enamorados como al principio. Poco a poco, el león empezó a pasar la mayor parte del tiempo en otra guarida a varios kilómetros de distancia. La leona se sentía muy triste y muy sola, por eso a veces lloraba. Aunque en el fondo, reconocía que era mejor así.

El joven cachorro, era cada vez más fuerte e independiente, pero no estaba preparado para una separación familiar como aquélla. Le gustaban las expediciones que solían hacer en familia. Y le enfurecía que sus padres no se esforzaran un poco más para conseguir que la convivencia funcionara. A veces también se sentía triste y sólo. Cuando estaba con uno de los padres echaba de menos al otro. 

Los días que estaba con su padre, rugía, mordía y gruñía. Por lo que su padre no sabía si el joven le seguía queriendo, y a veces se ponía triste, al ver el comportamiento de su cachorro. El padre quería ser más cariñoso con él pero no sabía cómo porque él no se dejaba. Y como necesitaba cariño se mostraba más cariñoso con otros cachorros de la nueva camada con la que iba.

Al final, el joven cachorro descubrió que ese comportamiento no le gustaba a sus padres, porque sólo hacían que reñirle, de manera que optó por hacer lo posible por portarse bien. Y cuando se sentía triste, procuraba no pensar en ellos distrayéndose practicando las artes de la cacería que tanto le gustaban, ya que temía acabar enfadándose demasiado y empeorar la relación con ellos. 

El viejo y sabio león, pese a adivinar cómo se sentía su hijo, apenas decía nada y prefería animarlo a jugar y cazar con él y también con otros cachorros. La hermosa leona también estaba preocupada y deseaba que su hijo continuara adelante y se llevara bien con su padre, sin prestar mucha atención a las discusiones que pudieran tener ellos, ya que eran cosas de mayores. Pero en ocasiones salía mal parado presenciando las refriegas de los adultos a los que tanto les cuesta ponerse de acuerdo.

Con el tiempo el joven cachorro se acostumbró a esta situación y, a medida que iba creciendo, ya no echaba de menos la situación anterior, sino que disfrutaba y veía las ventajas de la situación actual. Además, pasaba más y más tiempo con otros jóvenes leones. No estaba tan pendiente de sus padres. 

Un día se convirtió en un cazador incluso más fuerte y diestro que su padre, pues no sólo había adquirido su valor y sus técnicas de caza, sino también la energía y el amor hacia los demás de su madre.

                                                                   © 2012 Quiero Ilustrar - Diana Rocío Solórzano

Cuento adaptado, basado en el cuento de “Janet R. Johnston” del libro “Cuentos para enseñar a tus hijos a entender el divorcio”

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