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17 de enero de 2013

Los pensamientos obsesivos


Las personas obsesivas, tienden a mostrar una alta emotividad, es decir, sensibilidad alta a señales externas e internas que promueven la activación emocional, estas señales serán codificadas en significados y creencias. La parte del cerebro encargada de las emociones es el sistema límbico y la que califica las emociones y les da significado, el neocortex.

Las interpretaciones que se realizan son consecuentes a la alta emotividad, por lo que se les asocia una fuerte carga emocional. Generalmente, en el sentido de suscitar emociones relacionadas con la alarma y el miedo. De esta forma, el obsesivo para lograr el equilibrio interno necesita controlar. 

Los procesos cognitivos que con van asociados a esta sensación de falta de control que experimenta son los siguientes:

- Necesidad de señales anticipatorias de control.
El obsesivo al necesitar controlar condiciona su acción o decisión a la obtención de indicios que le informen sobre los efectos esperables de su conducta. El fin de este proceso sería estar preparado para afrontar las posibles consecuencias. 
En ocasiones, se crean fantasías y especulaciones de posibles catástrofes, con la idea de que recrearse en la catastrofe le prepara mejor para ella.

- Necesidad de garantías totales de que el control no va a perderse.
Esta necesidad les lleva a buscar información para obtener garantías, buscando respuestas dicotómicas (de si/no), buscan el control total, señales que les aseguren que no pasará nada. Entrando en un estado de rumiación del pensamiento.
Al final, acaba realizando una sobrecarga de información, potenciando estados de duda y enredéndose en especulaciones sin fin. Aunque siempre dará razones y argumentos, le llevará a bloquear la toma de decisiones.
Y el peligro incial que percibía no se minimiza por el hecho de que pueda haber una probabilidad entre mil de que suceda. El pensamiento acaba perdiéndo la lógica, y no discrimina lo posible de lo probable. Dedicando un tiempo excesivo y dándole una alta importancia a una pequeña situación, e incluso a temas vanales.

- Intolerancia a la más mínima incertidumbre.
Esta tendencia del obsesivo a reproducir la realidad en su mente antes del paso al acto bloquea su acción. Una vez vaya a la acción esta estará teñida de errores cognitivos y sobrecargada de emoción e incertidumbre. De aquí, la necesidad de realizar comprobaciones y repeticiones. Destinadas de alguna forma a buscar la "certeza racional" y a reducir la ansiedad asociada.

- Atribuciones supersticiosas.
La imposibilidad de obtener certezas le lleva a desarrollar pensamientos supersticiosos que le aporten seguridad, estos son los rituales. Por ejemplo: realizar una acción un número concreto de veces. De esta forma, consigue su equilibrio interno aunque el obsesivo sabe muy bien que el ritual es mágico. Al trasladar el poder al ritual y ver que no ocurre nada, refuerza la repetición del mismo, ya que ha funcionado.

- Delegación de control.
Esta delegación supersticiosa, o bien, la delegación en otras personas, expresa la inseguridad del obsesivo en sus propios recursos. Se hace consciente de sus dificultades para la autorregulación. 

- Temor al descontrol emocional.
Se debe a las apreciaciones alarmantes que el obsesivo suele hacer y que suelen estar muy centradas en la evaluación de sus propios recursos. 
A partir de sentirse potencialmente indefenso, el sujeto recurre a estrategias para que aumente su seguridad, intenta sujetar sus emociones, y controlarse más. El control que exigue no es posible y esto le lleva al descontrol. Creándole un estado de angustia, ya que siente que ha perdido el control de sí mismo. Este bloqueo se ve muy bien con la siguiente metáfora: el ciempiés al caminar mueve y coordina de forma espontánea cada uno de sus pies, pero si intenta controlar y observar cada uno de los movimientos lo más probable es que no pueda avanzar. 

Podemos decir que el pensamiento obsesivo se fundamenta en una activación emocional permanente que tiende a producirse ante situaciones de preocupación. En esas circunstancias el obsesivo tiene la cabeza ocupada en más de un asunto, con la intención de eludir la ambigüedad y buscar principios dicotómicos o normativos.  Dando lugar a intensas respuestas emocionales y a escasas cogniciones de valor adaptativo. 

Este pensamiento puede comprometer el pensamiento asociativo necesario del día a día, dificultando la integración de las experiencias en la memoria.
Ya que todo este proceso absorbe gran parte de su energía.

Biobliografia:
VALLEJO, J. Estados Obsesivos.2a edición. Masson, 1995.

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